David Bowie: el hombre que me enseñó que ser diferente es una forma de arte

 


Hay artistas que te gustan. Hay otros que te obsesionan. Y luego está David Bowie, que no solo me cambió la forma de escuchar música, sino de mirar la vida, de entender la identidad, el arte, la belleza y el miedo. 


Bowie no fue solo un músico: fue una galaxia entera orbitando alrededor de lo extraño, lo ambiguo, lo futurista y lo profundamente humano.


Conocí a Bowie tarde, como suele ocurrir con los genios. No fue “Let’s Dance” lo que me atrapó, ni siquiera “Heroes”, sino una imagen: él como Ziggy Stardust, cabello rojo imposible, mono brillante, mirada de otro planeta. 


No entendía nada, pero supe que estaba frente a alguien que había hecho de lo raro una bandera, y de la transformación, una religión.


🌌 Ziggy, Aladdin, Thin White Duke... ¿Quién era Bowie realmente?

La respuesta más honesta es: todos y ninguno. Bowie fue un actor en constante fuga de sí mismo. Cada etapa suya era una piel nueva: glam rock, soul blanco, electrónica berlinesa, pop noventero, rock experimental. 


No se repetía, se reinventaba. Y en cada versión encontraba una verdad más profunda que en la anterior.


Ziggy Stardust fue una revolución para muchos marginados y soñadores. No era solo un personaje andrógino y extraterrestre: era un espejo para todos los que nunca encajamos del todo en este mundo


Luego vinieron Diamond Dogs, Young Americans, Station to Station, donde la música se volvía más oscura, sofisticada, urbana.


Pero si hay un momento que me marcó, fue su trilogía berlinesa: Low, "Heroes", Lodger


Escuchar esos discos es como perderse en un país extranjero donde nadie te conoce, pero todo te resulta extrañamente familiar. 


Son obras que hablan del derrumbe interior, del exilio emocional, pero también de la reconstrucción.


Una mente brillante, siempre adelantada

Bowie no solo se adelantó a su tiempo. Vivió como si el tiempo fuera algo que podía manipular a voluntad. En los 70 hablaba de sexualidad fluida, ciencia ficción distópica, existencialismo y muerte mientras el mundo aún intentaba entender el rock como rebeldía adolescente. 


Él ya estaba 30 años adelante, cantando sobre androides, alienación urbana y redención espiritual.



Y aún así, no era un genio inaccesible. Era profundamente vulnerable. En canciones como “Five Years”, “Life on Mars?”, “Ashes to Ashes” o “Where Are We Now?”, uno puede escuchar la tristeza de alguien que siempre estuvo buscando algo más allá de este mundo, pero con los pies dolorosamente anclados en la tierra.


🖤 El arte de morir con estilo: Blackstar

Y cuando llegó el final, Bowie lo convirtió en arte. Blackstar (2016) no fue un testamento: fue una obra maestra diseñada como despedida. 


“Lazarus” no es solo una canción, es un adiós envuelto en poesía, con la elegancia de alguien que entendió que la muerte también puede ser parte del espectáculo, si se la enfrenta con verdad.


Lo que más me impactó no fue que Bowie muriera. Fue cómo vivió: con curiosidad inagotable, con coraje para cambiar, con libertad. 


Y con una elegancia que nunca fue pretensión, sino una forma de mirar el mundo con distancia y compasión al mismo tiempo.


🎭 No era de este mundo. Pero era nuestro.

David Bowie no era solo un músico. Era un faro. Un código abierto. Un permiso para ser raro, para fallar, para inventarse mil veces y seguir adelante. 


Hoy, cuando escucho “Space Oddity” o “Modern Love”, no escucho solo música: escucho un eco que me dice "sé quien quieras ser, pero sé tú mismo hasta el final".


Y por eso, Bowie no murió. Solo volvió a casa.

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